Dalai Lama, exilio, muerte y dolor transmutados en paz, serenidad y mensaje

 

Autor: Elisa Queijeiro

Fecha: julio 22 del 2015

 

Tenía 16 años el Dalai Lama cuando perdió su libertad, en 1952 los chinos comenzaron a llegar al Tíbet, pequeño enclave en medio de dos gigantes: India y China.

El conflicto por esta tierra era ancestral y ahora China quería anexarlos de nuevo. El presidente Lao Tse, armaba un doble discurso: al joven Lama lo invitaba a Pekín y le daba títulos honorarios sin valor, prometiendo cooperación y paz, mientras los chinos en el Tíbet avanzaban construyendo carreteras que harían más fácil su incursión. Para 1954 se apoderaban por la fuerza de casi de cada esquina, y en el ‘59 el joven Lama huía escondido y disfrazado cruzando las montañas: doce días duró el viaje, caminando y a lomo de burro entre seis y ocho horas diarias, el clima de los Himalaya a su acecho, junto con los militares que los buscaban. Sin mayor explicación, el Gobierno Chino, estaba dispuesto a aniquilar una cultura completa, no sólo a poseer su tierra.

Poco se sabía entonces de los tibetanos aislados, y de los secretos milenarios que guardaban. India abrió sus puertas, y respeto su existencia: el budismo los hermanaba y diluía toda resistencia. Ha sido un pueblo y un gobierno que ha estado a la altura de su tamaño y creencias, aconsejando al Lama y dándole también su protección como jefe de estado.

El Lama, su familia y maestros llegaron en marzo a Dharamsala, oleadas de refugiados los siguieron, el número de muertos durante la ocupación y posterior a ésta siempre ha quedado incierto: “muchos, muchas vidas se perdieron y decenas de monjes se encarcelaron, sin juicio, sin proceso… sin justicia”.

Las medidas tomadas por el Dalai, en cuanto llegaron a la India fueron pocas, claras y contundentes. Su juventud no mermaba su claridad y capacidad de gobernar. Todos esperaban que fuera momentáneo y poder regresar pronto al Tíbet. Sólo él tuvo una visión a futuro: reorganizó el gobierno tibetano en el extranjero, con todas sus instituciones, continuó con las reformas democráticas que había comenzado y el foco principal lo puso en los niños: cuidar a cada uno como propio, emocional y psicológicamente –muchos llegaban solos, enviados por sus padres, para tratar de darles una posibilidad de futuro–. El Dalai ordenó la creación de las Aldeas de Niños y se concentró en la educación, en que no perdieran su idioma y creencias.

La fe y obediencia de los tibetanos en su joven líder, permitió que pasados más de 56 años, ni el idioma, ni la religión, ni su motivo de existencia desaparecieran en la diáspora, al contrario: el mundo conoció el regalo del budismo tibetano, su meditación y compromiso por cuidar la mente y fomentar la paz interior.

                                                


Hoy los chinos siguen en el Tíbet, el trato a sus habitantes (porque son muchos los que no han logrado salir) es deplorable, no existe libertad de expresión y las mujeres están nulificadas, no pueden elegir si quiera quién será monje, y su vida nómada natural de contacto con naturaleza se ha visto trastocada. Vestían de colores vivos, hoy sólo visten de gris. Obligados a una “educación patriótica” y reprimidos en sus creencias, las noticias de monjes que se auto inmolan como última señal de protesta, aumentan. Eso nunca había sucedido. La represión a esos monasterios, se vuelve más dura en respuesta. Amnistía Internacional, levanta la voz, pero nada pasa.
 

Los tibetanos dentro del Tíbet siguen sin libertad y los exiliados, sueñan con que esto cambie y regresar, pero no desde la amargura, ni la guerra o la violencia, sino desde la esperanza y la atención puesta en el gozo de vivir, cualquiera que sea la circunstancia, ese es el mensaje de su líder y lo que ellos viven.


En 1989 le fue entregado el Premio Nobel de la Paz a Tenzin Gyatso, el Dalai Lama, por su labor y vida, él lo recibió con honor y humildad en nombre de los 6millones de tibetanos que merecen ser libres. Hoy en día permanece firme en llevar un mensaje de paz y una vida que la fomente.

El lunes 6 de julio fue su cumpleaños: 80 años, tiene su Santidad; se levanta todos los días a las 3:00 de la mañana, hace sus primeras prácticas como cualquier monje y después una hora de ejercicio en su caminadora, el resto del día lo dedica a cumplir con los compromisos que ha hecho con su gente y el mundo entero: Primero, Buscar la Paz en el mundo; Segundo, Unir por la Paz a todas las Religiones, sin importar sus diferencias; Tercero, Luchar por la Libertad del Tibet, no como su líder o su Lama, sino como un tibetano más que tiene ese derecho:

 “Siempre hemos propuesto una decisión equitativa para ambas partes. No buscamos una independencia absoluta, a pesar de los acontecimientos pasados, lo único que nos interesa es un futuro es construir una sociedad no violenta y conservar la herencia cultural única del Tíbet, que está espiritualmente más avanzado y China en lo material, por eso podemos seguir unidos, pero esto sólo será posible si podemos gozar de una autonomía verdadera y nuestros derechos garantizados en la constitución”. Dalai Lama, Mayo 2012

La dolorosa invasión al Tíbet, con el exilio de miles de sus pobladores y la muerte de muchos otros, ha sido un sacrificio doloroso, injusto como las guerras y las invasiones. Pero también ha sembrado en el mundo los conocimientos del budismo tibetano, una tragedia ha tenido su lado luminoso gracias a la fuerza, entereza y dulzura de los tibetanos: monjes, maestros y ciudadanos que no dejan de sonreír y meditar y compartir lo que son. Su vida y su sobrevivencia es más ejemplo que cualquier lección.

Muchos han sido los festejos para su Santidad, el Dalai Lama, por su cumpleaños número ochenta. Escuchar la garganta de más de 150mil personas entonar un “Happy Birthday” al estilo inglés, con la intención real de festejar su vida, en el pasado Festival de Glastonbury, eriza la piel de cualquiera. Pero lo que verdaderamente conmueve es la sonrisa ligera, las manos juntas en honor y respeto, y la mirada simple del Dalai Lama recibiéndolas. Como también los tres día de alegría, sabiduría y reflexiones compartidas en el Global Compassion Summit organizado justamente como parte de las celebraciones de su cumpleaños donde el hashtag #WithCompassion fue el sello.

Con un deseo El Lama nos transparenta su corazón: “Que todos se hicieran responsables de sus pensamientos, que cuidaran su mente y su interior, desde donde se crea la realidad. Eso les traerá paz y capacidad para superar cualquier circunstancia, por dolorosa o difícil que sea, como lo ha hecho conmigo y mi pueblo”. Eso es lo que pidió su Santidad de regalo de cumpleaños, para acompañar su pastel, sellando con su tradicional risa diciendo que eso lo haría muy feliz.

Siempre he dicho que dar recetas es obsoleto, pero contar una vida no, desde ahí las vivencias se vuelven puente y espejo, por eso entender y conocer los detalles y observar el dolor y las circunstancias terribles que han vivido los tibetanos, hace que las frases del Dalai, sus consejos, sus motivos y formas cobren sentido.



Qué va a pasar con los tibetanos a la muerte del Dalai Lama, es una pregunta constante, como quién será el sucesor. Por lo pronto está sano y fuerte, él dejará las indicaciones para que se busque su reencarnación cuando sea el momento, si él sigue viviendo en el exilio, el próximo Lama, que podría ser incluso mujer, será elegido en el exilio, si ya volvió lo encontrarán en el Tíbet.

Hay quien es líder por hecho, pero quien se vuelve por derecho y Tenzin Gyatso, su Santidad Dalai Lama, se ha ganado no sólo ser el líder espiritual de los tibetanos por reencarnación, sino de la humanidad, por la congruencia de sus palabras y sus acciones, por la persistencia y constancia en una línea que fomente la paz, primero de los individuos, y de ahí de las sociedades y de las naciones… y su sueño, la paz del mundo entero.

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