Se buscan enfermeros

 

Por: Isabella Ramaci 

Fecha: septiembre 5 del 2015

 

Sábado en la mañana, exactamente las 9, una parada de transporte público y yo; me encontraba esperando a Navil Laiza Villeda, amiga de años y futura enfermera, para comenzar con lo que sería la entrevista en la cual podría conocer y dejar de una vez por todas las dudas que tenía sobre qué pasaba con una persona  al convertirse en un trabajador de la salud

Ella es una chica alegre, sonriente, nunca la he visto de malas, es muy madura, pero también graciosa, sí, ella está a punto de convertirse en enfermera.

La mañana era fría, llegué 15 minutos antes, enseguida le marqué para que pasara por mí, de cierta manera me sentí bien por llegar antes, así podía seguir escuchando La Dispute de Yann Tiersen y pensar en todas las cosas que siempre he querido entender de los médicos y las enfermeras.

Navil llegó 10 minutos después de que le marqué, nos saludamos y enseguida nos pusimos al corriente de lo que pasaba en la vida de la otra, le comenté que notaba algo diferente en su cabello, y ella asintió diciendo que se lo había pintado su mamá, con uno de esos paquetes en donde te explican cómo hacer un tinte correctamente, enseguida vi a su papá en su auto, le di los buenos días, hablamos de varias cosas en el camino, finalmente llegamos a su casa.

En la privada en donde vive mi amiga, pude percibir un ambiente tranquilo y hogareño, que contrastaba con lo gris y frío de la ciudad, al entrar a la casa, su papá inmediatamente dijo que iría a preparar el desayuno y por fin me quede sola con Navil.

 Le pregunté si prefería desayunar primero o hacer la entrevista, me respondió sólo como ella sabía hacerlo 

-No sé Isa, yo soy muy indecisa, decídelo tú- con una sonrisa en el rostro.

 Y así fue como comencé la  entrevista, despegué primero con lo más básico y predecible.

-¿Por qué decidiste ser enfermera? -dije de forma clara.

–Bueno, al principio, la verdad es que no estaba muy segura, me gustaba siempre algo relacionado con medicina, algo con lo que pudiera aportar algo más de mí hacia la gente-

Un niño siempre sabe con certeza qué es lo que quiere ser de grande, incluso estaría dispuesta a apostar que es más fácil saber qué será de ti en un futuro siendo pequeño que siendo un adolescente, pues las cosas son sencillas y el conocimiento personal es sincero.

Al preguntarle a Navil sobre lo que ella quería ser de pequeña me dio la respuesta más inusual que pude haber esperado, pues dijo:

-“medallista olímpica”-, entre risas. 

Le pregunté asombrada por qué, y tranquila me narró que viendo las olimpiadas de invierno, al ver las entregas de medallas veía la felicidad en los rostros de los competidores y ella quería eso, ser feliz, como cualquier ser humano debería de quererlo y buscarlo.

-Puedo ser de dos maneras; una en el hospital y la otra fuera de él- fue lo que me respondió cuando le pregunte cómo se describía a ella misma como persona.

-¿Entonces ser enfermera te ha obligado a dividir tu persona? -le inuirí con Ella muy segura me dijo: –No precisamente, pero sí lo hago, mi profesión me humanizó, aunque en la escuela te dicen que no puedes cruzar la línea paciente/enfermero porque te puede dañar, pero siempre que veo a alguien luchar por su vida despierta algo en mí que me hace querer reconfortar a la persona, ya no es más un paciente.

Yo siempre me cuestioné, cómo estos héroes de blanco, pueden soportar ver cosas tan fuertes, ¡cómo pueden hacerlo! y seguir siendo buenos doctores o enfermeras; es claro que existen algunos que han perdido la sensación del sufrimiento, que son casi robots. -Ellos viven de eso, del contacto con la muerte y la vida, y llega el momento en donde ya no es extraordinario, y sólo piensan en que es su trabajo- es lo que me contestó la futura enfermera a la que estaba entrevistando.

-¿Qué has perdido y qué has ganado al estar expuesta a la fragilidad y al dolor humano?-

-Probablemente he perdido un poco de sensibilidad hacia la muerte, ya no es como antes, ahora lo ves como lo que es; el ciclo natural de la vida, algo que tiene que suceder, y he ganado mucha felicidad, la gratitud de la gente cuando te lo da de verdad, esa sonrisa, y la gratitud que te expresan diciendo gracias por apoyarme cuando estaba aquí- expresó con una mirada sincera.

Me sorprendió, a mí aún me parecía imposible ver la muerte de alguien frente a ti como un ciclo, pero mis cuestionamientos cesaron cuando me narró uno de los acontecimientos que marcaron su carrera y su vida; -sí, toda muerte es dolorosa, pero lo peor que puedes ver, es la muerte de un pequeño, de un  bebé, es triste saber que hay tantas cosas que no van a vivir, y que su vida ni siquiera comenzó cuando tuvieron que dormir de nuevo- dijo Navil con cierta seriedad. 

Pero entonces, ¿por qué hay personas que están dispuestas a pasar por situaciones tan traumáticas? suponía que la recompensa al final del día debía de ser en verdad buena, o debería de existir una ferviente vocación en el personal  médico, en particular con las enfermeras, que son esas personas que no pueden evitar el contacto con el paciente, que lo conocen de pies a cabeza, que tienen que lidiar con los familiares, el mal humor y una saturación de trabajo increíble, ¿A caso son de este planeta?

Me interesó saber cuál había sido el mejor momento para Navil  hasta ahora, qué era eso que la seguía motivando a cargar en su espalda una responsabilidad tan grande como la es el ser enfermera.

 –La gratitud, en mi primer contacto hospitalario, tenía a una paciente que tuvo una embolia, estaba ahí internada, era una señora grande, era muy gruñona, pero a la vez era muy linda; ella tenía una discapacidad en ese momento, no podía hablar bien ni moverse, el día que la iban a dar de alta, y como pudo me dijo “gracias”, me hizo señas para que me acercara y me dio un beso en la frente- me respondió, con su típica sonrisa y algo sonrojada.

Y fue en ese punto en donde lo entendí, ser enfermera puede destruirte o complementarte, darle un sentido real a lo que haces; preservar  la vida, no olvidar por qué estás ahí, el principal objetivo por el que entraste.

-¿Qué esperas de ti como enfermera?-Le dije ella muy calmada y alegre me respondió

 – Poder aportar algo importante, tal vez alguna investigación, tal vez a menor escala, no cambiar yo, no volverme como las otras enfermeras, poder cambiar esa imagen que tienen las personas de nosotros- y con esa respuesta deduje todo, Navil, mi amiga del colegio, se estaba convirtiendo en el factor que podría cambiar un sistema viejo, frío y ausente.

-Aunque suene muy cliché, sí, esto me llena el alma-dijo muy orgullosa, dejando escapar una risa al final. Una profesión, es algo que se debe llevar acabo con ética, con conocimientos pero sobre todo con satisfacción y amor.

Aunque suene muy cliché, sí, esto me llena el alma

Ser enfermera o no, en México, es duro, pues es un país en donde se les quiere convertir en “artesanas de la salud”, aquí tienen que hacer maravillas con el poco material de salubridad que les brindan, con horarios interminables y en constante movimiento, en un lugar en donde la demanda siempre será más grande que los medios, si al final siguen ahí muchos es porque aman lo que hacen, no dudo que hay otros más que odian tener que dar una parte de sí mismos, de sacrificarse tanto, pero estoy esperanzada en que son una minoría.

Todo ser humano tiene impacto sobre otro, siempre. Admiro a los héroes de blanco que no se dejan anestesiar por el sistema o las dificultades de su trabajo, los que aún no pierden su humanidad, que siguen teniendo un corazón que bombea esperanza a cada segundo del día, que dan lo mejor de sí mismos día a día con un solo objetivo; no olvidar por qué decidieron entrar a la carrera.

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